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Irrepetible

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde que se inventó el cine han existido esos directores que disfrutan haciendo sufrir al espectador (a mí que no me digan que los que grabaron a la locomotora yendo hacia el público no querían asustarles). Bien, pues Gaspar Noé es uno de esos. Y no veáis de qué manera. 

En Irreversible, su película de 2002, nos hace sentir incómodos desde el primer momento (es por eso que en este artículo no voy a poner más imagen que la portada), aunque quizás eso tenga una explicación. La película comienza por los créditos, haciéndonos pensar ya en lo que va a ser. Y desde el primer segundo giramos. Giramos con la cámara. Y giramos y giramos. Entre los giros se nos presentan personajes, se mueve el tiempo, cambia el lugar. Entre giros vemos lo que ocurre, pero no nos damos cuenta. No nos damos cuenta, pero nos afecta. Nos sentimos mal, asqueados, excitados. Irreversible nos está atacando al inconsciente de manera constante mientras nos tiene distraídos con la ligera ofensiva evidente que realiza con su color, su fotografía y, sobre todo, con sus personajes. Cassel y Dupontel, casi más que sus personajes, nos resultan desconocidos, no les comprendemos, no entendemos lo que hacen y, sobre todo, nos parecen desquiciados con sus conductas injustificadas. Y es que Noé nos presenta una historia terrible desde el final, un recurso ya típico en el cine. Sólo que él lo renueva. Lo renueva dos veces. Le da tantas vueltas como a sus escenas.

Irreversible es un puzzle mental, un puzzle que ocupa toda tu cabeza mientras intentas unir los pequeños nexos que deja en cada escena. Esto hace que te impliques con la trama y con los personajes. Que sientas lo que sienten. Que vivas lo que viven. Viola nuestros sentidos y nuestras emociones. Las escenas cada vez son menos caóticas hasta llegar al punto cúlmen, a partir de entonces comienza la calma, el tiempo se ralentiza y empezamos a entender cosas. Pero es que, al llegar al punto cúlmen, ya hemos entendido toda la película. Ya nos explica por qué empieza como empieza. Noé nos empuja a pensar "y ahora qué" y, en vez de hacernos perder interés, lo aviva por simple curiosidad, por saber qué más puede contarnos. 

La verdadera revolución de Irreversible es que no nos cuenta una historia lineal a la inversa, sino que nos lanza pequeños flashback con elementos que realizan la función de nexos. Es el propio espectador el que tiene que unir y especular, integrándose en la película, vinculándose con los personajes. 

Es imposible no sufrir con Mónica Belucci. No sentir dolor o impotencia. 

Con tan sólo tres personajes principales, Noé nos hace sentir incómodos, acosados, se inmiscuye en nuestra intimidad. 

La película avanza y al final no queda nada. Y aún queda todo.

Porque es el tiempo el que lo destruye.

 

Calificación: 8/10

Dante

 

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